jueves, 30 de junio de 2011

Nuestra Primera visita

Todo empezó a finales de mayo entre lagrimas de nostalgia y síntomas incontenibles de extrañamiento. El 30 de ese mes dos princesas de chocolate dejaban mi casa -por razones que no son importantes- y se iban a vivir allá, donde parece que Guayaquil acaba. Como no es de sorprenderse, en un país que se alegra con música triste, se torna difícil no "crear" desde la pena. Y yo cree... Decidí aceptar mi perdida alejada de lo tradicional: No iba a llorarlas mas; iba a buscarlas en los rostros de todos los niños y en su nombre hacerlos felices. Era lo menos que podía hacer para con la vida que tan inmerecidamente me las había regalado y así, con ellas, me había también aleccionado.

Lo primero en que pensé fue que seguro tendrían hambre, que pasarían incomodidades y les harían falta cosas básicas. También pensé que era mi turno de entrar en su espacio, adaptarme a el y desde ahí -sin sacarlos- debía y debo hacer algo por ellos. Como buena (casi) manaba no podía hacer algo sin mi gente y quien mejor que mi familia, mi novio y mis amigos para darme una mano. Esas fueron las primeras sonrisas que deposite en mi banco. Ninguno se negó y todos animados empezamos a pasar la voz para juntar manos, comida, tiempo y ganas.

Así, el 31 de mayo a las 6pm, estábamos 8 locos en el puente cercano al Policentro cargados de tarrinas con comida (el infaltable arroz fiestero), colas, caramelos, vaso, hielo y cucharas esperando a los niños y niñas que muy puntualmente venden sus rosas o extienden sus manos en ese sector. La falta de experiencia nos jugo un mal susto y nos tenia ahí: parados, cargados sin tener a quien servir. Permitanme retractarme. Nada tenia que ver la falta de experiencia, eran los municipales y policías que ubicados cerca nos ahuyentaban a nuestros clientes. Ellos mas inteligentes ya los habían detectado y aseguraban que no caerían en la "trampa".
Bien dicen que "si Maoma no va a la montaña, la montaña va a Maoma" y por ello hicimos un trabajo a domicilio. Recorrimos casi todo el norte repartiendo comida, colas y sorpresas a todos los niños y niñas que inundan las calles pese a la indiferencia de muchos. La tarde/noche fue gratificante y agotadora. Las sonrisas siguen siendo incalculables.

Ese día fue el primero de cuatro semanas increíbles. Ese día fuimos 8 quienes pudimos compartir con los niños pero en realidad fueron muchos los que a través de sus donaciones hicieron posible una tarde inolvidable. Ese día entendí que mientras algunos pierden el tiempo renegando de la vida hay sonrisas por todos lados esperando alguien que las reciba.

Aquí les dejo la imagen del primer día:

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